San Efrén: cítara del Espíritu Santo

Redacción (30/10/2013, Virgo Flos Carmeli)

“El periodo que se extiende desde S. Atanasio hasta el Concilio de Calcedonia (451) constituye, sin duda, la edad de oro de la Patrología. Jamás la vida literaria de la Iglesia fue tan próspera; jamás brillaron a la vez tantos astros de primera magnitud”[1]

En este periodo, la Iglesia, que había nacido en Oriente ya estaba instalada en Occidente y poco a poco se iba dando la transición de la supremacía de una iglesia a la otra.

“Siguiendo su antigua tradición, las iglesias de Oriente no mostraron en este periodo menos actividad que las de Occidente, si bien comienza ya a observarse el tránsito de la primacía y predominio eclesiástico del Oriente al Occidente. Sin embargo, los grandes concilios y las grandes cuestiones dogmáticas que se agitaron principal y casi exclusivamente en la parte oriental del Imperio, indican claramente la intensa vida eclesiástica que allí se desarrollaba.”[2]

“En los territorios de Mesopotamia y sus alrededores, los cuales, al menos en gran parte, habían sido incorporados al Imperio romano y recibían el influjo de la cultura helénica, se formó un núcleo importante de cristianismo. Fruto del florecimiento a que llego el siglo IV fue lo que podemos llamar escuela siriaca, que alcanzó notable apogeo. (…) Los más dignos representantes de la escuela y la literatura siriaca, a la que elevaron a un primer rango entre las literaturas orientales, son Afraates y San Efrén. (…) Pero el que representa mejor que nadie el apogeo de la literatura siríaca y es juntamente la mejor y más resplandeciente lumbrera de la parte mas oriental del Imperio romano, es San Efrén Siro”[3]

Biografía

Entre los santos de este nombre, además de San Efren el Sirio, del cual estamos tratando, existen otros siete. El primero pone el martirologio romano a San Efrén, Obispo del Siglo IV; San Efrén arquimandrita que floreció en el siglo IX en Novotorgen, San Efrén Eustate monje en Perecomen, San Efrén el Eunuco, ruso, obispo en 1079, San Efrén Patriarca de Servia y Obispo de Ipeck del siglo XIV, San Efrén obispo de Milasia del siglo V y por último a San Efrén de Jerusalén duodécimo obispo después de Santiago el menor.[4]

San Efrén nació en Nisibe de Mesopotamia, entonces parte del Imperio romano, cerca del año 306. Su padre era pagano, sacerdote de la diosa Abnil. Su madre era cristiana. Su padre al percibir las inclinaciones cristianas de su hijo lo expulsó de casa. San Efrén se refugio con el Obispo de su ciudad, Santiago, el cual le instruyó catequesis y le administró el bautismo.

El santo obispo viendo en su joven discípulo grandes muestras de inteligencia y virtud le ordenó Diácono y lo nombró maestro de la Escuela Eclesiástica de la ciudad. San Efrén se entregó a la enseñanza y al combate, junto con su Obispo, de las herejías especialmente el arrianismo. Aunque no hay pruebas históricas, es muy creíble que San Efrén acompañó a Santiago al Concilio de Nicea llevado a cabo en el año 325.

En ese tiempo la ciudad de Nisibe fue asediada varias veces por los persas. Uno de los biógrafos de San Efrén cuenta que en uno de los asedios, el santo maldijo desde las murallas de la ciudad a los ejércitos persas comandados por Sapor II, tras lo cual cayó una nube de moscas y mosquitos sobre el ejército que causó un gran alboroto y determinó su retirada.

En el año 363 Joviano firmó un tratado por cuyos terminos Roma perdió algunas provincias orientales en favor de los persas. Entre las ciudades perdidas estaba Nisibe. Para escapar de la cruel persecución que se desencadeno en Persia contra los cristianos, la mayor parte de la población cristiana abandonó la ciudad y con ellos Santiago y San Efren.

Poco tiempo después muere el santo Obispo y San Efrén se instala como monge asceta en los alrededores de Edesa, ciudad que hacía parte del Imperio romano, en donde escribió la mayoría de sus obras entre los cuales cabe resaltar sus comentarios a la Sagrada Escritura de los cuales se conservan en idioma sirio la del Genesis, Exodo y Paralipómenos y en armenio dos Evangelios y las cartas de San Pablo.

Notando los eclesiásticos de la ciudad su gran sabiduría y santidad lo pusieron en el año 365 al frente de la Escuela de Edesa, la cual la elevó rápidamente a gran esplendor.

Hay serias razones para admitir que San Efrén fue uno de los principales fundadores de la Teológica “Escuelas de los persas” llamada así porque sus primeros integrantes eran cristianos persas refugiados de la invasión del 363.

En Edesa proliferaban las sectas heréticas. A todas ellas San Efrén combatió con energía mediante sus escritos, poemas, músicas y predicaciones. Cuentan que para combatir la herejía del filósofo Bardesanes, componía versos y músicas y enseñaba a cantarlas a las vírgenes cristianas en la asamblea de los fieles haciendo con esto que la verdadera doctrina se difundiese con mayor rapidez y eficacia.

Tanto brillaron sus dotes de teólogo, orador, místico y poeta que sus compaisanos lo apellidaron Cítara del Espíritu Santo.[5] El Prof. Plinio Corrêa de Oliveira en una conferencia explicaba muy bien el porqué de este apellido:

“Santo Éfrem cantava muito bem, fazendo-se acompanhar de uma cítara, e compunha versos maravilhosos a respeito de Nossa Senhora, a respeito das verdades da Fé em geral, mas especialmente a respeito de Nossa Senhora. De tal maneira que ele é tido como um Doutor da Mariologia, e seus versos ─ apesar de simples, acessíveis a todo o povo, feitos para serem cantados no meio de todo mundo ─ tinham uma tal densidade de poesia e uma tal beleza e uma tal riqueza de doutrina, que ele passou para a história da Igreja como o “citarista do Espírito Santo”. Quer dizer, dir-se-ia que o Espírito Santo não só falava pela boca dele, mas cantava pelos sons harmoniosos da laringe dele e fazia vibrar a sua Graça nas almas ao diapasão da cítara com que ele cantava.[6]

San Efrén, como todos los santos, era muy devoto de María Santísima. En uno de sus escritos llamado Carmina Nisibena escribe: “Vos (Jesús) e vossa Mãe, sozinhos, sois mas belos que tudo o mais; não há mácula em vós, Senhor, nem nódoa alguma em vossa Mãe”. Por esta frase se deslumbra ya su devoción por la Inmaculada Concepción.

Debido a su gran humildad nunca aceptó ser Presbítero, ni mucho menos Obispo aunque muchas veces le ofrecieron.

San Efrén atraído por la fama de santidad que escuchaba de San Basilio partió a Cesárea donde fue cálidamente recibido por el Santo. Cuatro años mas tarde estando San Efrén en Edesa rehusó tanto el sacerdocio como el episcopado que San Basilio le ofrecía mediante delegados enviados con ese propósito. Las relaciones entre San Efrén y San Basilio se narran por autores muy fiables como San Gregorio de Nisa aunque algunos críticos la tienen como improbable.

Los últimos años de su vida San Efrén se dedicó a la atención de los habitantes de Edesa asolados por una gran peste. Cuidaba de sus necesidades, atendía a los enfermos, enterraba a los muertos, sin descuidar de alimentar el alma. Contagiado por la peste muere en el año de 373 pidiendo en su testamento no ser enterrado con pompa ni que se le presten honras a su cuerpo sino que se lo entierre en un cementerio común y que se ofrezca por él, transcurridos treinta días de su muerte, el santo sacrificio de la Misa.

Obras y Contribuciones

“Efrém é considerado como sendo o escritor clássico da Igreja siríaca; e insígne exegeta, apologista, pregador e poeta”[7]

Benedicto XVI en una Audiencia General acerca de las obras y la contribución teológica de San Efrén comenta:

“San Efrén nos ha dejado una gran herencia teológica: su notable producción puede reagruparse en cuatro categorías:  obras escritas en prosa ordinaria (sus obras polémicas o bien los comentarios bíblicos); obras en prosa poética; homilías en verso; y, por último, los himnos, sin duda la obra más amplia de san Efrén. Es un autor rico e interesante en muchos aspectos, pero sobre todo desde el punto de vista teológico.

Lo específico de su trabajo consiste en que unió teología y poesía. Al acercarnos a su doctrina, desde el inicio debemos poner de relieve que hace teología de forma poética. La poesía le permite profundizar en la reflexión teológica a través de paradojas e imágenes. Al mismo tiempo, su teología se convierte en liturgia, en música:  de hecho, era un gran compositor, un músico. Teología, reflexión sobre la fe, poesía, canto y alabanza a Dios están unidos; y precisamente por este carácter litúrgico aparece con nitidez en la teología de san Efrén la verdad divina. En su búsqueda de Dios, al hacer teología, sigue el camino de la paradoja y del símbolo. Privilegia sobre todo las imágenes contrapuestas, pues le sirven para subrayar el misterio de Dios.”[8]

Entre la basta obra de San Efrén basándonos en el libro de Patrología de Altaner[9] podemos recalcar:

  1. Escritos exegéticos: Comenta la Biblia según el sentido literal. Los comentarios del Antiguo Testamento se distinguen por ser más sobrios y científicos. Los del Nuevo Testamento a veces en forma de homilías.
  2. Escritos dogmáticos-polémicos: En 3 escritos en prosa combate Bardesanes, Marción y Mani llamado Contra haereses. En 56 Himnos contra herejes a otros heréticos. Los 87 Himnos sobre la fe son lamentaciones referentes a las controversias trinitarias, provenientes de la filosofía griega; Los Sermones sobre la fe giran en torno de argumento análogo dirigidos contra el arrianismo. En 4 himnos se vuelve contra el emperador Juliano. Los 15 Himnos sobre el paraíso describen la gloria del cielo.
  3. Escritos ascéticos: Los himnos de virginidad y De ecclesia tratan de cuestiones ascéticas. Los Himnos sobre Abraham Kidunaia, y sobre Julian Saba, enaltecen dos ascetas contemporáneos de San Efrén. Existe una Carta dirigida a los ascetas de las montañas de Edesa. Se conserva su Testamento, que contiene saludos y sus últimos deseos.
  4. Escritos Litúrgicos y diversas otras obras: Los 16 Himnos de Nativitate eran destinadas a la fiesta de la Natividad del Señor, los Himnos de ieiunio para la Cuaresma, los Himnos pascuales a la pasión y resurrección de Cristo. Se poseen también Himnos dedicados a santos y mártires, Sermones sobre la penitencia y Ruegos. De gran valor histórico son los 77 Carmina Nisibena los cuales hablan sobre los combates entre los persas y romanos y el sitio de Nisibe y de los Obispos Santiago, Babu y Vologeses, además sobre Edesa y Haran, y al final habla sobre escatología. También se conserva 16 Sermones sobre Nicomedia.

Por  Hugo Vicente Ochipinti González

BIBLIOGRAFIA

LLORCA, Bernardino, SJ. Historia de la Iglesia Católica, Edad Antigua. Madrid: BAC, 2005.

LLORCA, Bernardino. Manual de História Eclesiástica. Barcelona: Labor, 1951.

ALTANER, Berthold. Patrología: vida, obras e doutrina dos Padres da Igreja. São Paulo: Paulus. 2004.

CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. conferência para os sócios da TFP brasileira, São Paulo 6/11/72.

DUCHESNE, L. Historia ancienne de l´Eglise IV. Paris, 1910.

ESPASA-CALPE. Enciclopedia Universal Ilustrada, Tomo XIX. Madrid: Espasa-Calpe.

BENEDICTO XVI. Audiencia General del 28 de noviembre del 2007.


[1] Cf. LLORCA, Bernardino. Manual de Historia Eclesiástica. Barcelona: Labor. 1951. p. 188.

[2] Cf. LLORCA, Bernardino. Historia de la Iglesia Católica, Edad Antigua. Madrid: BAC. 2005. p. 458.

[3] Cf. LLORCA, Bernardino. Historia de la Iglesia Católica, Edad Antigua. Madrid: BAC. 2005. p. 468-469.

[4] Cf. ESPASA-CALPE. Enciclopedia Universal Ilustrada, Tomo XIX. Madrid: Espasa-Calpe. p. 165

[5] Cf. LLORCA, Bernardino. Historia de la Iglesia Católica, Edad Antigua. Madrid: BAC. 2005. p. 469.

[6] Conferência: P. CORRÊA DE OLIVEIRA, para os sócios da TFP brasileira, São Paulo 6/11/72

[7] Cf. ALTANER, Berthold. Patrolgia: vida, obras e doutrina dos Padres da Igreja. São Paulo: Paulus. 2004. p. 345

[8] BENEDICTO XVI, Audiencia General. 28 de noviembre de 2007

[9] Cf. ALTANER, Berthold. Patrolgia: vida, obras e doutrina dos Padres da Igreja. São Paulo: Paulus. 2004. p. 345-347.